Escalandrum

Para describir la sensación de haber grabado en Abbey Road, Nicolás Guerschberg, pianista de Escalandrum, utiliza dos analogías: “Es como ver una película y después estar dentro de ella”, expresa, y más tarde, agrega: “Es como jugar en una cancha donde la pelota pica perfecta”. Ambas comparaciones sirven para ilustrar los dos elementos clave que sobrevolaron en la experiencia: la mística y la técnica.
En octubre del año pasado, el grupo de jazz pasó dos días enteros en el legendario estudio londinense para registrar su decimoprimer álbum, al que titularon Studio 2, que se presenta oficialmente en la Gran Sala del Konex el 12 de octubre.
El trabajo tiene varios condimentos especiales. En primer lugar, e indudablemente, el hecho de que fue grabado en el estudio donde los Beatles crearon tantas obras maestras. Además, es un álbum en el que retoman composiciones propias, tras cinco años de realizar proyectos sobre la base de versiones. Por último, será el primer vinilo que editará el sexteto.
Tenían hace bastante tiempo la fantasía de grabar en Abbey Road pero empezó a concretarse cuando cerraron fechas por algunas ciudades europeas, ya que aprovecharon el cruce del Atlántico para hacer realidad el sueño. “Decidimos encarar la grabación por la nuestra. Nos bancamos la producción, la estadía, todo; fue una apuesta. Nos parecía una locura, pero una locura linda. Y cuando llegamos allá, se superaron todas las expectativas”, comenta, entusiasmado, Guerschberg.
Naturalmente, se sintieron impactados por la historia que tiene el edificio. “Al llegar, ya están las imágenes que uno vio en documentales. Está todo. Es como entrar a un lugar que ya conocés. Después, ellos también se encargan de mostrártelo: por todos lados hay imágenes de los Beatles grabando. Los estudios están prácticamente iguales, conservan la estética, el olor a madera, esa cosa vintage. No entrás a un lugar con olor a nuevo”, detalla el pianista.
Pero independientemente de las reminiscencias, también es muy significativa la posibilidad de grabar en un sitio de semejante altura. “El estudio es realmente galáctico, es impresionante”, describe. “Yo tenía a disposición tres pianos de cola de primer nivel, está el micrófono que quieras, el bajista (Mariano Sívori) consiguió un contrabajo extraordinario de un luthier inglés muy groso, Pipi (Piazzolla) pidió las medidas que él necesitaba y estaba todo perfecto. Los tipos de ahí tienen una onda excelente, fueron muy predispuestos. No había ‘peros’, ni malos tratos”, añade.
La alquimia perfecta entre mística y técnica se siente en el resultado final. “La calidad de sonido es espectacular, es un audio de una fidelidad tremenda”, señala Guerschberg, y concluye: “Al estar todo a favor, al tener tanta disposición y estar tan relajados, sentimos que la música cobró un vuelo interesante, otra profundidad”.