La sociedad entera está más permeable al debate de la desigualdad

Esta doctora en economía, que recientemente publicó el libro Economía feminista: cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour), organiza el ciclo Locademia de feministas, una serie de encuentros en el que, distintas mujeres de diversos ámbitos, pondrán el debate la situación y las necesidades del movimiento feminista.

Nota: Pablo Wittner

¿Qué es Locademia de feministas?
Busca ser un espacio de formación en donde podamos tener un pantallazo de temas centrales en las discusiones feministas. Aunque muchas veces sentimos que varones y mujeres somos iguales, hay innumerables desigualdades que observamos en la vida cotidiana: desde quién se encarga del cuidado de los niños y adultos en un hogar, hasta la escasa participación de las mujeres en los gobiernos, la brecha salarial o la violencia de género.

¿Cómo es el formato?
Son cuatro presentaciones. En cada una, encontraremos un tema que hará de hilo entre las especialistas convocadas. Desde la menstruación a la sororidad, la economía, los estereotipos… Todas las expositoras son mujeres que participan activamente en la producción científica, teórica, el desarrollo de la perspectiva de género y, sobre todo, que proponen transformaciones en la sociedad que vivimos hoy a través de su trabajo.

Estamos en un momento bastante especial dentro de la historia de las luchas de género…
Sí, es un momento muy especial en el cual, y a partir de las masivas movilizaciones de Ni una menos, la sociedad entera está más permeable al debate de la desigualdad. En este sentido, el feminismo ha vuelto a poner en la discusión pública no sólo la violencia de género sino también otros problemas que enfrentamos las mujeres. En 2016 se hizo un paro de mujeres que llamó no sólo a no trabajar fuera del hogar, sino también a parar en el trabajo doméstico no remunerado (limpiar, cocinar, cuidar), ése que 9 de cada 10 mujeres realiza porque pareciera venir pegado a “ser mujer“. En 2017 el paro de mujeres fue internacional y se sumaron más de 50 países.

¿Cómo definís vos el feminismo? Hay mucha gente que lo confunde con «la versión femenina del machismo».
Hace poco hubo una discusión producto de los comentarios de una actriz, que dijo que ella no era feminista “porque sería tan grave como ser machista”. El feminismo no es lo contrario del machismo, así como podríamos nombras cientos de cosas que terminan en “ismo” y no tienen relación entre sí. El feminismo es un movimiento político, social, cultural, que busca la igualdad entre varones y mujeres en un mundo en el cual la norma es la opresión de ellas. Es un movimiento que, además, ha tenido grandes conquistas a lo largo del tiempo como el voto de las mujeres, por ejemplo, que es muy reciente y que fue resistido con argumentos que a veces todavía hoy escuchamos cuando hablamos de estas cuestiones.

¿Qué noticias trae esta actualidad para el feminismo en el mundo?
Personalmente veo con optimismo que haya un movimiento internacional de mujeres activo, que cruza experiencias y trabaja en conjunto para buscar respuestas a los problemas que nos atraviesan. En cada país las necesidades son diferentes: en los Estados Unidos hay aborto legal, y en la Argentina esa es una gran deuda de la democracia y algo que necesitamos resolver urgente; la violencia machista se lleva 13 mujeres por día en Brasil, y esto es algo que nos sacude a todas. Creo que generar estos lazos a través de las fronteras nos permite compartir experiencias para avanzar por un camino más fértil.

¿De eso habla el término “sororidad”?
Las mujeres no son todas iguales ni enfrentan los mismos problemas. Algunas pelean contra el techo de cristal o son actrices de Hollywood con brechas salariales de millones, mientras que otras apenas pueden conseguir un trabajo precario con un salario que no llega a fin de mes. En Estados Unidos, por ejemplo, las mujeres negras ganan mucho menos que las blancas. Las que viven en el campo, menos que quienes están en centros urbanos. Las mujeres trans en muchos países son discriminadas laboralmente. Entonces la sororidad se convierte en una estrategia que permite encontrar los puntos en común de estas diferentes luchas y necesidades. El feminismo es un movimiento heterogéneo y solidario: eso es resultado de la sororidad. Y, personalmente, pienso que es una clave para la construcción de otra manera de hacer política y de relacionarnos, que no se base en la competencia salvaje o la meritocracia hipócrita que siempre beneficia a los que ya estaban bien.