«No me separo nunca de la obra del Flaco»

El 23 de enero es una fecha especial para la cultura argentina: el natalicio de Luis Alberto Spinetta, y por ello se conmemora el Día Nacional del Músico. Para celebrarlo, el Patio del Konex se llenará de emoción con la segunda edición de Spinetta, El Marcapiel, el homenaje al gran músico nacional. La primera edición se realizó el 16 de octubre de 2016, en el marco de las actividades por los diez años de Ciudad Cultural Konex (el Flaco fue quien inauguró el Patio en febrero de 2004). La celebración contó con la dirección de Javier Malosetti y la participación de grandes músicos que acompañaron a Spinetta a lo largo de su vida, como Emilio del Guercio, Rodolfo García, Machi Rufino, David Lebón, Dhani Ferron y el Mono Fontana, entre otros. 

Nota: Ilan Kazez

“Fue muy lindo, muy movilizador”, recuerda hoy Malosetti. En esta ocasión, se repetirá la experiencia con casi todos los mismos músicos y, además, se sumará Ricardo Mollo y León Gieco. “La lista de temas es increíble”, adelanta el bajista. “Recorre Almendra, Invisible, Pescado Rabioso, Spinetta Jade, sus grupos solistas. Y los recorre con miembros originales de cada uno de esos proyectos. Transita distintos capítulos y distintas instancias de la profusa lista de canciones, discos y bandas”, expresa.

¿Qué es lo que más recordás de la primera edición de El Marcapiel?
La otra vez se hizo en octubre de 2016 y esa fecha era significativa porque eran los diez años de las actividades en el Konex, y se tomaba como punto de partida un show de Luis en ese mismo Patio. Habíamos tenido acceso a la lista de temas que él hizo en ese show, así que tocamos mucha de la música que interpretó esa día. También, incluimos algunas canciones del disco Los amigo, que salió luego de que Luis falleciera, y nunca se habían tocado en vivo. Fue todo muy lindo, muy movilizador. En el Konex, me siento muy a gusto. Tengo una particular simpatía por todo el predio, por todo lo que genera y todo lo que significa. Tengo dos premios Konex en mi haber, así que le guardo especial cariño. Inclusive, yo toqué también en ese concierto de Luis que toman como punto de partida. Estaba todo medio en obra, no se entendía bien cómo era, qué pasaba, nos parecía una locura. Incluso ahora, ya lo conocemos y todo, pero la verdad es que es un lugar bastante bendito ahí en el medio de la ciudad oscura y borrosa. Ese lugar tan lindo de música y arte me parece que es una bendición.

¿Qué te genera volver a la obra de Spinetta?
Yo no me separo nunca de la obra de El Flaco. Acá está muy presente. Hay una sola cagada, y es que escucharlo, siempre, me provoca una pequeña congoja. No lo puedo escuchar de vuelta con la tranquilidad de antes o disfrutarlo sin que me pinte automáticamente un poquito de congoja. Entonces, esto también lo tomo como un exorcismo, de volver a involucrarme con la música de Luis sin que me haga mierda.

¿Como una sanación?
Sí. Lo escucho acá en mi casa, y me hace llorar. Con mis amigos lo disfrutamos más relajadamente, nos cagamos de risa, lo recordamos todo el tiempo. Recordamos sus salidas. Fue una de las personas que más nos ha hecho reír a todos con su humor payasote, deforme, loco.

¿Te acordás de la primera vez que te cruzaste con el Flaco?
Tuvimos varias instancias. Yo iba a verlo mucho de chico, y después me quedaba a saludarlo, a tocarle el hombro. Y él no tenía registro de mí, era un pendejo ahí en la puerta del lugar donde había tocado. Después, pasaron los años, yo tenía un grupo con el Mono Fontana y Jota Morelli y ellos tocaban en la banda que había grabado Tester de violencia, en 1988. Empecé a caer en los ensayos de Luis, en los que también estaba el maestro Machi Rufino, que era el bajista en ese momento. Y yo iba a los ensayos, a temblar, porque era como… no sé… era demasiado verlo en acción, me producía una histeria beatle. Me quedaba sentado, callado. La primera vez que fui a un ensayo, manotié una púa y una lista de temas de su puño y letra. Todavía estaba en un estado de fan, que en realidad, creo que no lo dejé nunca, porque él nunca dejó de ser mi héroe. Cuando uno tiene la posibilidad de interactuar con un artista al que admiró toda la vida y después lo ves ahí que habla con la boca llena y cuenta dos o tres boludeces, decís: “Ah bueno, es un tipo”. Pero para mí yo toqué con un marciano, una persona de otro planeta. Y eso que llegamos a hacer pis juntos en el mismo inodoro.

¿Cuáles son tus temas preferidos del Flaco para tocar?
Me gustan los temas que yo no toqué, los temas que recibí como fan de un disco. Me gusta tocar canciones de Almendra, temas de Los niños que escriben en el cielo, de Spinetta Jade, o Iris, del último disco. Con él, también me pasaba que la lista de temas que tocábamos incluía más que nada, temas nuevos, pero tenía la posibilidad de tocar Alma de diamante, algún tema de Pescado o algo inédito. Estaba bueno porque tenía la oportunidad de tocar aquellos de los que no había conocido la cocina. Eso es lo que más me gustaba en esa época, y creo que es lo que más me gusta ahora.

¿Cuál, dirías, fue la enseñanza más grande que te dejó el Flaco?
De su mano, todos entendimos la música. Pero eso, él ni lo sabía. Y yo era su fan antes de conocerlo. Esos discos me han enseñado mucho. Pero, concretamente, cuando trabajé con él, lo vi interactuar con sus músicos, llevar una banda adelante, desarrollar la canción y darle el trabajo a cada uno de sus componentes. Lo veía muy capo. Si bien era un tipo muy intuitivo porque nunca había estudiado música, dominaba la armonía y el ritmo. Con los bateristas, era muy puntilloso en lo que debían tocar, tal vez, conmigo no se metía tanto. Con el Mono, tampoco, le decía: “Tocá lo que quieras”. Con la batería no, era muy detallista con lo que tenía que tocar el batero. •