La isla desierta

¿Qué nos conecta con el mundo cuando cerramos los ojos y desaparece lo conocido? La isla desierta, es una de esas experiencias que provocan respuestas en varios sentidos. Así parecen indicarlo los más de cincuenta mil espectadores que a lo largo de diecisiete años acompañaron este clásico del teatro ciego, producido por el Grupo Ojcuro e integrado por diez actores videntes y no videntes.

A diferencia de las obras teatrales “a la italiana”, aquí el público se ubica en el centro de la escena: a su alrededor, todo está dispuesto para provocar sus sentidos, y esta es una de las particularidades que el director de la obra, José Menchaca, cree que los motiva a regresar una y otra vez. “Dependiendo del lugar que ocupen en el espacio, las personas captan determinados estímulos y logran una percepción del relato”, explica.

La experiencia comienza afuera de la Sala Abasto: desde allí, los espectadores, en fila y tomados de los hombros, son guiados por uno de los integrantes, que los conduce hacia el interior del espacio sin luz. En plena oscuridad, comienzan a activarse los sentidos, y se transforman en la puerta que conecta con el mundo exterior. Ante la danza de acontecimientos, cada persona reacciona a su ritmo y va construyendo imágenes según lo que le sugieren los sonidos, voces, olores y el contacto con otros que transitan por el mismo sitio.

Pero esa es apenas la contraseña de ingreso. A partir de entonces, se inicia el viaje imaginario por una oficina en la que un grupo de empleados parece condenado a pasar el resto de sus días, una gran ventana abierta hacia el puerto, un celador que cuenta insólitas historias de viajes y el deseo común de escapar hacia un lugar mejor. “El espectador descubre un espectro muy amplio de posibilidades a partir de estímulos que lo llevan a transportarse desde el fondo del mar al espacio exterior”, dice Menchaca.

La decisión de llevar a escena un texto de Roberto Arlt no es casual: “La obra se basa en la farsa dramática que escribió Arlt, aunque tiene ciertas modificaciones que facilitan la interpretación en la oscuridad. La elección de este autor también explica la vigencia de esta propuesta que estrenamos en 2001 en lo que fuera la primera Ciudad Cultural Konex, ya que fue un escritor prolífico y moderno que nos invita a viajar por temas que hoy nos movilizan”, agrega el director.

De esta manera, junto con los personajes, los espectadores viven una pequeña revolución, en la que el grito común “¡La imaginación al poder!” entrega su vitalidad a una aventura multisensorial de teatro, a la que muchos van a querer volver.