Darío Sztajnszrajber sobre las estrellas

Nota: Ilan Kazez

Mirar el cielo. Analizar el movimiento de las estrellas, los cuerpos celestes y la rotación de la Tierra. Trazar mapas y establecer calendarios. Crear una simbología. Reconocer que la personalidad de los seres humanos está marcada por su fecha de nacimiento. Confiar en que los acontecimientos presentes y futuros pueden predecirse por el movimiento de los astros. Darío responde a la pregunta: ¿Hay que creer en la astrología?
Signos del zodíaco, carta astral, horóscopo… ¿Cuánto hay de verdad en la astrología? ¿Cuánto hay de creencia? ¿Es posible la convivencia de la astrología con la filosofía moderna, una filosofía tan racional que necesita ver para creer? “Toda la filosofía moderna toma partido, en una de sus variables estructurales, por la contrastación empírica, es decir, por la demostración de los hechos a partir de la experimentación y de la observación”, explica Darío Sztajnszrajber. “En ese sentido, gran parte de las prédicas de la astrología no encuentran sustento, porque claramente, parten de una metafísica, de una concepción de la realidad en la que sus ideas no pueden ser contrastadas”, añade.
Siguiendo esa línea argumental, podría decirse que la astrología es una mera creencia y provoca una ruptura con nuestra forma de entender las cosas. Pero, como sabemos, nada es tan absoluto. “Uno en la experimentación ve lo que previamente está dispuesto a ver. Es muy interesante notar cómo, en ese caso, flaquean ciertos criterios de verdad, porque de acuerdo al chip con el que uno parte, puede estar advirtiendo una influencia directa del movimiento de los astros en las personalidades o no”, señala el filósofo.
¿Y qué pasa si un hecho previsto por la astrología llega a cumplirse? ¿Cuál es la explicación científica? “La mente científica contemporánea diría rápidamente que fue una casualidad. Es la manera que siempre se busca de ningunear teorías que no se comparten”, explica Sztajnszrajber, y agrega: “No creo en el conocimiento en términos absolutos. Todo conocimiento supone un tipo de interpretación. Los conocimientos son como dispositivos hermenéuticos, un conjunto de categorías para interpretar la realidad de un modo y en la medida en que te cierre. Más en este tipo de lecturas, como la astrología, que buscan la transformación de la persona, más que cuestiones físicas”.
Entonces, ¿hay que creer en la astrología o no? “En la medida en que la lectura de una carta astral revele en un juego de asociación de significantes o en un juego de asociación de imágenes, puede ayudar a que uno se encuentre o se pierda de sí mismo”, responde Sztajnszrajber, pero aclara: “No tiene sentido encararla con pretensión de verdad. Porque ninguna disciplina puede demostrar cien por ciento de certeza. Habrá alguna que en los paradigmas vigentes encajen mejor, pero la historia misma del conocimiento es una historia de transformaciones infinitas. Por suerte, ningún corpus teórico se sostuvo eternamente. Y eso no significa que no podamos vivir: no hace falta creer la verdad absoluta para lavarse los dientes. Se trata de correrse de esa pretensión de verdad y ver hasta qué punto la astrología, como cualquier dispositivo hermenéutico, nos ayuda a tener una relación distinta con uno mismo y con el entorno”.
Desencajados es la propuesta que Darío Sztajnszrajber presenta entre octubre y diciembre dentro de la temporada Konex a cielo abierto. El filósofo junto con Lucrecia Pinto y su banda, presentan una manera distinta de abordar el universo del rock nacional y sus astros.

Los Caligaris

El próximo 2 de septiembre, Los Caligaris estrenarán en el Konex su nuevo espectáculo, bautizado Espíritu payaso. Que hayan elegido ese nombre tiene algo de redundante, porque la realidad es que Los Caligaris son la encarnación viva del espíritu payaso.

Todo el universo alrededor del grupo cordobés que fusiona cuarteto, ska y rock guarda íntima relación con este personaje colorido: el payaso. Para empezar, el nombre de la banda hace referencia a la leyenda de “Caligari”, un payaso conocido por haberse entregado a la alegría, a tal punto que murió mientras desarrollaba su rutina, convirtiendo la agonía en una parte de su acto. A partir de esa fuerza, Los Caligaris encararon su carrera con una influencia enorme del género circense: popular, colorido, risueño con rutinas sorprendentes y apuntando a toda la familia. El año pasado, celebraron sus primeros veinte años de vida motorizados por este espíritu alegre. De hecho, el espectáculo se llamaba El show más alegre del mundo, nombre con el que también bautizaron a su segundo DVD en vivo, grabado en el Palacio de los Deportes de México y publicado a principios de este año.

“Nosotros les rendimos tributo a todos los payasos, porque consideramos que ser payaso es uno de los oficios más nobles del mundo”, dice Diego Pampiglione, baterista del grupo y uno de los fundadores junto a su hermano Martín, que oficia de voz principal. “Por eso, Espíritu payaso acentúa el perfil que venimos dando desde siempre, con un repaso de estos veintiún años, que no es poco tiempo, pero tampoco es mucho. Todavía consideramos que es una banda nueva que tiene muchísimo por mostrarle a la gente”, agrega.

Espíritu payaso está planteado como una experiencia que comienza con una serie de actividades antes del concierto. “Vamos a tocar temprano, para toda la familia, y antes del show, va a haber una ‘experiencia caligari’, con actividades que no solo tienen que ver con lo musical”, adelanta Diego, y detalla: “Vamos a adornar el Konex como si fuera una kermés y va a haber juegos típicos, como el de embocar la argolla, como si fuera la antesala del circo. Además, a la gente que llegue temprano, le vamos a hacer un aplique de payaso”.

Con esa alegría única que transmiten sus shows, el grupo cordobés se convirtió en un fenómeno en toda América Latina, especialmente, en México. “Somos una banda a la que nos gusta mixturar el rock con el cuarteto y de a poco ocupamos un lugar como la banda de rock alegre, que nos ha dado la posibilidad de posicionarnos en otros países de Latinoamérica. Gran parte de eso se lo debemos al público mexicano, que fue bisagra y trampolín para llegar a otros públicos de Latinoamérica, incluso, a Estados Unidos. Nosotros ya vamos con el pie derecho: Latinoamérica tiene mucho respeto hacia la cultura argentina”, comenta Diego. Y aunque tocaron en varias partes del mundo, no duda en destacar la particularidad del público porteño: “Es un público sumamente efusivo, del pogo y del rock. Si le gusta, va a hacértelo notar, y así, nos sentimos muy a gusto”, asegura.

El espíritu payaso de Los Caligaris tiene su raíz en la infancia de Martín y Diego. Ambos vivieron en el Circo de los Hermanos Muñoz durante una buena parte de su niñez y la constelación familiar íntegra se movió alrededor de la alegría: bisabuelo, abuelo, papá, todos fueron payasos. En la actualidad, tienen un primo que es payaso en un circo en Vietnam y otro que lo es en uno de Barcelona.

“Vivir en un circo es muy particular, es muy distinto de vivir en una casa y tener siempre los mismos vecinos. Una de las particularidades más lindas es el hecho de ser nómade, de ir de un lugar a otro, de conocer distintos paisajes y públicos. Es una vida feliz, la gente de circo es gente que tiene la suerte de vivir de lo que ama y tiene una vida mágica”, considera.

Por eso, para Los Caligaris, la forma de continuar celebrando esa vida y homenajear a sus raíces es a través de la música: “Estamos montados en este circo que es Los Caligaris, que no tiene carpa ni animales pero que trata de dejar un mensaje de alegría y optimismo”, expresa Diego y concluye: “Los Caligaris hace una música que tiene un estilo optimista y trata de robar una sonrisa, como todos los payasos del circo”.

La isla desierta

¿Qué nos conecta con el mundo cuando cerramos los ojos y desaparece lo conocido? La isla desierta, es una de esas experiencias que provocan respuestas en varios sentidos. Así parecen indicarlo los más de cincuenta mil espectadores que a lo largo de diecisiete años acompañaron este clásico del teatro ciego, producido por el Grupo Ojcuro e integrado por diez actores videntes y no videntes.

A diferencia de las obras teatrales “a la italiana”, aquí el público se ubica en el centro de la escena: a su alrededor, todo está dispuesto para provocar sus sentidos, y esta es una de las particularidades que el director de la obra, José Menchaca, cree que los motiva a regresar una y otra vez. “Dependiendo del lugar que ocupen en el espacio, las personas captan determinados estímulos y logran una percepción del relato”, explica.

La experiencia comienza afuera de la Sala Abasto: desde allí, los espectadores, en fila y tomados de los hombros, son guiados por uno de los integrantes, que los conduce hacia el interior del espacio sin luz. En plena oscuridad, comienzan a activarse los sentidos, y se transforman en la puerta que conecta con el mundo exterior. Ante la danza de acontecimientos, cada persona reacciona a su ritmo y va construyendo imágenes según lo que le sugieren los sonidos, voces, olores y el contacto con otros que transitan por el mismo sitio.

Pero esa es apenas la contraseña de ingreso. A partir de entonces, se inicia el viaje imaginario por una oficina en la que un grupo de empleados parece condenado a pasar el resto de sus días, una gran ventana abierta hacia el puerto, un celador que cuenta insólitas historias de viajes y el deseo común de escapar hacia un lugar mejor. “El espectador descubre un espectro muy amplio de posibilidades a partir de estímulos que lo llevan a transportarse desde el fondo del mar al espacio exterior”, dice Menchaca.

La decisión de llevar a escena un texto de Roberto Arlt no es casual: “La obra se basa en la farsa dramática que escribió Arlt, aunque tiene ciertas modificaciones que facilitan la interpretación en la oscuridad. La elección de este autor también explica la vigencia de esta propuesta que estrenamos en 2001 en lo que fuera la primera Ciudad Cultural Konex, ya que fue un escritor prolífico y moderno que nos invita a viajar por temas que hoy nos movilizan”, agrega el director.

De esta manera, junto con los personajes, los espectadores viven una pequeña revolución, en la que el grito común “¡La imaginación al poder!” entrega su vitalidad a una aventura multisensorial de teatro, a la que muchos van a querer volver.

“La música de mi abuelo era música del futuro”

El bandoneonista, el compositor, el erudito, el audaz, el tanguero, el fanático del jazz, el amante de la música clásica, el porteño, el universal, el revolucionario. En la figura de Astor Piazzolla, confluyen distintas facetas y todas ellas estarán representadas en la segunda edición de Experiencia Piazzolla, el festival que del 10 al 16 de septiembre, recorrerá la vida y obra del gran músico argentino a través de conciertos únicos a cargo de artistas nacionales e internacionales que se cruzarán en el escenario por primera vez.

El director artístico del evento es nada menos que Daniel Pipi Piazzolla, nieto de Astor, líder de Escalandrum y uno de los bateristas de jazz más importantes del país. “A diferencia de la primera edición (2016), hay un poco más de diversidad estilística”, adelanta. “Hay mucha gente del palo del rock, del folklore, del tango nuevo, del jazz moderno o de la música clásica. Todo va a estar focalizado en el repertorio de mi abuelo: algo que se le exige al artista convocado es que el 80% de la música tiene que ser de Piazzolla. Está garantizada su presencia”, agrega.

¿Cuál fue el criterio a la hora de seleccionar a los artistas?
Quiero que haya un alto nivel musical. Es lo que más me importa. que sea altísimo de verdad y los artistas convocados reflejan ese nivel: convoqué al Diego Schissi Quinteto, que es un tipo que hace tango contemporáneo, viene ganando muchos premios, girando un montón, está en boca de todos y es la primera vez que va a hacer a Piazzolla. Pude convocar a Juan Cruz de Urquiza, que hace jazz y es el mejor trompetista del país. También están los casos de Lito Vitale en Trío, Franco Luciani, con su armónica, o los hermanos Lautaro y Emiliano Greco. El criterio fue que, musicalmente, sea del más alto nivel y que no fuera lo mismo de siempre. También quise apuntar a todos los públicos, desde gente grande a la que le guste lo clásico –ahí va a estar la Orquesta Sinfónica dirigida por Gustavo Fontana o el bandoneonazo del domingo– al público joven, con propuestas como Franco Luciani, Diego Schissi o la noche de cantantes.

¿A qué te referís con que “no fuera lo mismo de siempre”?
A que los tipos que siempre hacen a Piazzolla no hagan de vuelta a Piazzolla. Quiero que haya gente que toque el tango excelentemente bien, pero que no toque tanto a Piazzolla. Por eso, va a estar el quinteto de la Fundación Astor Piazzolla, que son expertos en su repertorio, pero vienen con Hugo Fattoruso, que es una combinación espectacular. No quería quedar en lo cómodo, que solo vinieran especialistas en Piazzolla, sino gente que tocara bien, y que los que fueran especialistas en Piazzolla, le dieran una vuelta de rosca. Es muy difícil, tenés que convocar a músicos que sean muy profesionales y abiertos y que tengan muchas ganas de trabajar, porque es mucha responsabilidad.

¿Cuál es tu desafío con el festival?
Lo que busco siempre, desde que arranqué con Escalandrum en Piazzolla por Piazzolla, es hacerlo de una manera distinta, no como lo hizo él, porque para eso, ya estuvo él. Mi abuelo fue un tipo influenciado por el jazz, por el rock, por el tango, por la música clásica. A él le gustaba todo tipo de música. Hacer un festival de esta manera iba a reflejar su espíritu. Me encanta también que sea en el Konex, que es un espacio muy alternativo, abierto a todas las músicas, donde pasan muchas cosas a la vez. En 2016 me tocó participar en el festival tocando con Pedro Aznar y fui a otros conciertos, y flasheé: me pareció el mejor evento de Piazzolla que se hizo.

¿Cuál es la faceta de tu abuelo con la que más te identificás?
La faceta que más me atrae de él es la de la constancia, la del trabajo duro. La famosa frase de que el genio es 1% de inspiración y 99% de trabajo. Mi abuelo tuvo mucho de eso: era muy trabajador, se levantaba muy temprano todos los días para practicar y componer. Eso es lo que más me inspira. Cuando era chico, el solo imaginarlo me daba fuerza de voluntad para estudiar todo el día. Es muy inspirador para todos: no es solo la historia de un tipo que hizo buena música, es la historia de un tipo que se mató para hacer buena música.

Teniendo en cuenta su vigencia en el presente ¿de qué modo creés que se actualiza la obra de Astor?
La música de mi abuelo era música del futuro, así que está superactualizada. En este caso, se actualiza al hacer cosas nuevas. Yo creo que mucha de la gente que va a hacer a Piazzolla en este festival, después, va a sacar un disco de música de él. Esto es muy actual, es muy lindo. Mantiene a mi abuelo al tope, con distintas miradas y con un concepto abierto.

¿Cuál considerás fue el principal aporte que dejó tu abuelo?
La renovación: nuevas armonías y ritmos sin perder la esencia de nuestro estilo ciudadano y nacional. Hacer todo el tiempo cosas nuevas, no ser conformista, no quedarse parado en el mismo lugar. Siempre buscar proyectos y músicas nuevas para interpretar.

LA LIBERTAD EN LA INFANCIA TAMBIÉN SE CONSTRUYE

Por Luciana Peker

Una nena se sube a un auto. Está olvidado en una terraza en la que se chapotea en un cumple de dos años, en verano. El auto se pone en movimiento, y pasa de ser un Fitito con menos destino que en un juntadero de chatarra, a convertirse en una Ferrari codiciada por los ojos del cumpleañero. La tensión se motoriza. La nena se queda al volante. El nene quiere subirse. La incomodidad de esa disputa se traslada a los adultos. “Compartir” es una palabra difícil. Y, frente al conflicto, a veces, gana el desinterés, y muchas otras, la lección de la generosidad empalmada con la amistad o la culpa. La niña, que todavía no habla, pero ya mira desafiante y curiosa, ya pone los pies en el piso y pide avanzar y ya observa las señales del mundo en el que anda, escucha a su padre que, para alentar el pase de manos del autito codiciado, le sugiere:

–Dejalo al nene que tiene que ir a trabajar.

–Ella también tiene que ir a trabajar -interpone la tía del nene, para que el reflejo del trabajo no deje a los varones en el lugar de ocupados (que hoy ostentan) y a las mujeres en el de usos que no son imprescindibles (que hoy sufren).

Le pide al muchachito que la espere otra vuelta terracera más, mientras el papá asiente con una sonrisa que aterriza en la cuenta de los estereotipos que llegan a la mente, y el nene –en solo cinco minutos– juega a ir a hacer las compras al supermercado, otra posibilidad abierta, a las fronteras que el género establece ahora (también) para los varones. La nena sigue chapoteando. No pasa nada y pasó de todo.

El juego, en la infancia, es libre. Pero no es libre de una contaminación brutal de estereotipos de género. Incluso ahora, a diferencia de hace diez o cinco años, están más detectados, pero surgen con una naturalidad pasmosa que no se liquida en un chasquido de dedos, después de años de historia y domesticación para que las nenas cedan su lugar y los nenes tomen el control.

Pero, sin dudas, en la infancia, deconstruir los roles de género no es una idea complicada, sino que se vuelve una operación sencilla. Tanto como construir torres con los Rastis y que las niñas y niños las derriben para volver a armar y volver a tirar. Porque ese giro, en el que las canciones, los cuentos, los juegos, adquieren su gracia en la posibilidad de repetirse al infinito y más allá (gracias, Toy Story) es en donde la posibilidad de armar y desarmar, de hacer y rehacer se vuelve un camino hacia el futuro.

Hoy, la literatura infantil ofrece un mundo de posibilidades. Por ejemplo, las Antiprincesas, que Nadia Fink lanzó y escribió, y cambió la mirada sobre el interés de las niñas, de Editorial Chirimbote; los libros de ciencias de Iamiqueé; los Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, de Editorial Planeta; Feministas para colorear, 35 mujeres que cambiaron el mundo, de Carolina Aguirre y Eliana Iguiñez, editado por Monoblock; y Como una película en pausa (para pre-adolescentes), de Melina Pogorelsky, sobre amor y diversidad. Estos libros, y muchos otros, son algunos ejemplos de mundos que se abren, se ofrecen, se adivinan, se vuelven posibles y encantadoramente libres.

No se trata de cerrar puertas, canciones, músicas, programas, disfraces, ofertas o ventanas. Se trata de que todos los aires puedan circular, cantarse, contarse, armarse y desarmarse. Subirse y manejar el volante, saber esperar y ceder el lugar, saber tomar el mando y andar en primera sin culpas, saber voltear lo establecido y, también, disfrutar de las tradiciones. Inventar y reinventar el mundo. La revolución es de las niñas y niños. ¡Y llegó para disfrutarse!

Tiempo para el tiempo (y un rato más)

Nota: Gabriela Baby

¿Cómo eran las vacaciones de invierno de los chicos del siglo XX? ¡Hermosas! Siempre. Porque cuando el frío llega a la ciudad y el tiempo se desenrolla como una alfombra –después de dormir hasta tarde y jugar bajo el sol del ventanal–, el invierno invita a pasear. Y para los chicos (y grandes) del siglo XXI, las propuestas se multiplican. En Ciudad Cultural Konex hay ópera, ballet, rock y juegos: para confirmar gustos, para saciar curiosidades, para descubrir mundos. Tiempo para compartir (que es el mejor).

En la escena, bailarines, cantantes, rockeros, clowns, sopranos, actores y más. Las propuestas invitan a danzar, saltar, reír o llorar (no mucho) y también asustarse (un poco) y mirar sin ver. Bajo la fascinación hipnótica del show, escenarios y luces se transforman para que los chicos amplíen su mirada crítica, brindan el placer del vivo y la vibración intransferible que provocan el teatro y otros lenguajes escénicos. Si hay solcito, se puede jugar un rato en el patio, antes de entrar a la sala. ¡Qué lindo es correr cuando hace frío!. Y la escalera naranja es ideal para las escondidas…

¡Piedra libre!

¿En qué momento se dejó de decir “piedra libre” y se comenzó a decir “Pica”? Un día, algún antropólogo social nos dará la respuesta. Mientras tanto, al subir la escalera que sirvió de escondite, nos ponemos los ojos-niños, los ojos del asombro y sin prejuicio, para gozar, por ejemplo, propuestas de géneros clásicos.

Con bailarinas volátiles de tutú esponjoso y una bruja temible y espléndida, La bella durmiente, de Piotr Ilich Tchaikovski, llegó al Konex. “Mantuvimos la música original de la obra y las escenas más significativas”, dice Juan Lavanga, director de la propuesta. Y la bruja ¿es muy terrible? “Sí: es una bruja que llega con su cuervo y toda su maldad. Y asusta y fascina, pero a la vez, es muy graciosa, como todas las brujas. Porque aunque estamos en plena época de antiprincesas, seguimos necesitando la fantasía, esa fantasía de la danza clásica con sus trajes y todos los colores. Y la música de Tchaikovski que fascina siempre”, sostiene el director del Ballet Metropolitano de Buenos Aires, que también realizó para chicos Cascanueces y El lago de los cisnes. Todos invitados.

Y como la ópera también tiene su encanto, más si se trata de una ópera bufa, no podía faltar en Konex para Chicos el pícaro Fígaro. Con muchos enredos y voces grandiosas, El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, llega en versión para chicos realizada por Juventus Lyrica. La historia es más o menos conocida: el pícaro barbero está dispuesto a unir al conde de Almaviva con su amada, aunque el padre de ella no quiera y el tutor de la chica tenga otras intenciones. Las voces super potentes de los tenores, barítonos y sopranos cantan en castellano y las letras pueden seguirse en las pantallas. ¡Para cantar con Fígaro!

Chicos en escena

Siguiendo en plan clásico, Saltimbanquis, un infaltable de la cartelera porteña, basado en Los músicos de Bremen de los hermanos Grimm, llega a la Gran Sala. La comedia musical despliega las aventuras de cuatro animales que huyen del maltrato de sus amos y se encuentran en el camino hacia la gran ciudad. En esta escena típica de los cuentos tradicionales, los protagonistas –acompañados por un ensamble de chicos– arman planes para el futuro. ¿Qué traman?

“El ensamble de diez chicos es el nexo entre la historia y la platea”, dice Pablo Gorlero, director de la obra. “Esos chicos representan a quienes los están mirando, guían y nutren a los personajes y, a su vez, hacen de actores para que esta puesta en escena no pierda la noción de teatralidad. Los espectadores saben que esos chicos son actores representando, jugando. Y que hay que jugar para llegar a la verdad”, agrega. Saltimbanquis fue estrenada en 2016, ganó muchísimos premios y va camino a ser un clásico de la cartelera local.

Y si hablamos de clásicos, en formato recital, no puede dejarse de lado Mundo arlequín, una producción de la compañía El Juglar, fundada en 1998. “La esencia de Mundo arlequín surge de la búsqueda de un equilibrio entre diferentes formas expresivas provenientes del teatro, la música, la danza y los títeres”, sostiene Alejandro, uno de los integrantes del dúo. «No queremos que el público sea un simple espectador sino que forme parte de lo que sucede”, añade. Los arlequines suman al juego sus videos y guitarras. Y hay, además, muchas sorpresas.

Una que sepamos todos

Alrededor del fogón surgen las canciones y el calor que ahuyenta la oscuridad de la noche. Entonces Rock & Walsh enchufa sus amplificadores y el frío se va. Con narices de clown, seis músicos hacen brotar las canciones de María Elena Walsh, de Sui Generis y otras. Porque si el rock es el plato compartido por grandes y chicos, el clown le pone pimienta, y el banquete está servido. “Nos gustó la idea del fogón, esa experiencia de contacto en la que todos se animan a cantar viejos hits, resignificando sus letras, filosofando sobre la vida y la naturaleza”, cuenta Juan Bautista Carreras, director de Rock & Walsh. El rap de El reino del revés (imperdible) aviva la llama.

Y si hay ganas de mover el cuerpo, los ritmos brasileños y latinos encuentran en Pim Pau la opción acertada. El trío está formado por docentes que también son artistas de danza, música y artes audiovisuales. “Pim Pau convoca a niños y adultos a sumergirse a un show donde la palabra es juego; la música, juguete; y el cuerpo, instrumento”, explica Juan López, integrante del trío. El repertorio explora los distintos aspectos de cada canción para dar con nuevas instrumentaciones y modos de abordar las letras. “Somos tres adultos disponibles para el juego, sin máscaras, sin disfraces, tratando de no saturar de estímulos que corran el foco de atención, poniendo en el centro al cuerpo como generador de juego. Que es lo más parecido a ese adulto que el niño encuentra cuando vuelve a casa”.

Como el sonido no se detiene, Vuelta Canela propone girar y girar con ritmos de Latinoamérica: huaynos, samba brasilera, merengue venezolano y música litoraleña invitan a viajar con los sentidos, a hacer juegos de palmas y a mover el cuerpo. “El espectáculo surgió del intercambio con los chicos que vienen a nuestros talleres. Queremos transmitir la música y el teatro desde un lugar lúdico y cercano, muy cuidado y bien rico”, dice Nina Lenze, integrante y clown del grupo. Y, entonces, ruedan las canciones.

Puro circo (o no tan puro)

“Cuando vamos a la ferretería y nos dicen: ‘Esto no existe, no lo vas a conseguir’, no nos frustramos: inventamos esa pieza que va a formar parte después de un gran invento. A partir de este deseo de construir objetos, nace la idea de dos científicos que buscan la fórmula para crear al amigo ideal”, cuenta uno de los Ivans que forma el dúo Les Ivans. La obra se llama Buscando el amigo ideal, pero… ¿existe el amigo ideal?

Les Ivans dice que sí, que a veces existe y otras veces dice que no, que no existe, pero no importa: lo que importa es la búsqueda. Por eso, el espectáculo es un recorrido a través del circo, las ciencias, las luces fluorescentes, las máquinas de levitación, los globos gigantes, las reacciones químicas y más.

“Particularmente, hay un momento del espectáculo en el que irrumpe un superhéroe llamado Trompo Boy que tiene el superpoder de hacer reír a los adultos con juguetes tradicionales”, agrega. Lo demás es sorpresa. ¿Quién se anima?
Para valientes

“Yo tenía 8 años cuando mi mamá me contó Cuentos de la selva”, dice Laura Cuffini, directora de Teatro Ciego Argentino, y agrega: “Y a los 8 años, se los leí a mi hija. Entonces, volví a recuperar el espíritu salvaje de Quiroga a través de nuestros títeres lumínicos con el marco del Teatro Ciego”. La platea es parte de una selva lóbrega: hay ruidos, olores –quizá–, vibraciones, nervios. “La oscuridad total hace que padres y niños transiten una aventura sensorial. La cercanía de los títeres lumínicos también es una experiencia para los sentidos”, considera Laura.

Pero, si se corta la luz, de verdad ¿a qué jugamos? Cuando no hay Play, ni consola, ni PC para jugar, Desenchufados inaugura un espacio sin conexión y tremendamente divertido: el Wi fi Fest, un show sin cables. “Si se cortara la luz, ¿con qué pasarían el tiempo los chicos que hoy lo dedican a mirar una pantalla? De este interrogante surge la obra”, revela Flor Yadid, una de las directoras. Ella reconoce que el asunto comienza en los grandes, “porque es más fácil decirle a un chico ‘andá a mirar la tele’ que ofrecerle otras opciones que, seguramente, no solo requieren de la participación del adulto, sino que además ensucian, desordenan o manchan. Ojo: no queremos un mundo desconectado, pero sí tenemos la necesidad de desenchufarnos cada tanto y jugar como antes”, agrega Flor. El WI fI Fest toma partido por el juego del cuerpo y la palabra.

Y para cerrar la gran fiesta del teatro y la música, en un invierno que devino cálido y colorido, Magdalena Fleitas y la Gran Banda presenta Mundo de risas 2018. Prometen temas inéditos, barriletes de colores, sonidos andinos, mucha magia, proyecciones de clips y de las letras, para cantar juntos y gritar muy fuerte: ¡Que vivan las vacaciones de invierno!

EL SUEÑO DE LOS ELEFANTES

Por Ilan Kazez

A Matías Tozzola, uno de los artistas a cargo de El sueño de los elefantes, le cuesta definir al espectáculo. “Si bien va a haber mucha música a lo largo de la obra, no es exactamente un concierto”, comienza, ensayando una respuesta. “En general, nosotros tratamos de referirnos a esto como una especie de experiencia musical-sensorial. Es muy importante la posición de estar, de experimentar y atravesar una situación”, completa.

La dificultad para definir El sueño de los elefantes radica en que prácticamente no hay nada que se le parezca. “Lo pensamos como una especie de portal a través del que vamos a ingresar a algo diferente, algo desconocido”, señala Matías.

El sueño de los elefantes, es un espectáculo totalmente a oscuras en el que la música se combina con aromas y sensaciones táctiles para crear una experiencia multisensorial que invita a romper con la percepción cotidiana.

El público ingresa con un antifaz a la sala, se acuesta en unas colchonetas o se sienta en alguna una silla y, entonces, la música empieza a hacer su trabajo. “De entrada, hay una situación física o corporal que es distinta. Te corre de tu lugar de confort. Y en esta nueva situación, empieza a ocurrir, efectivamente, la experiencia, en la que la música y lo sensorial son los protagonistas”, se explaya Matías

A partir de ahí, solo se trata de dejarse llevar por los sentidos para adentrarse en un mundo de sensaciones nuevas. “La música dice algo más allá, porque dialoga con lo perceptual”, teoriza Tozzola para explicar lo que genera este tipo de espectáculos. “Plantear otra situación de percepción hace que empecemos a escuchar de una manera diferente, mucho más profunda. Hay un sistema, una forma de percibir con la que fuimos educados. Y nosotros creemos que un ideal artístico tendría que romper también con la forma de percepción a la cual estamos acostumbrados para que sea más profundo, movilizador y desalienante.

La obra se inscribe dentro de estos pensamientos. La empezamos para tener una relación más profunda con la música, más genuina, más distinta y más personal”, explica.

La idea de El sueño de los elefantes, surgió de un grupo de estudiantes de un taller de composición que se formó hace diez años. Se juntaban a tocar, y así fue naciendo una compañía musical que llegó a presentarse en el Planetario y con el ballet del Teatro Argentino de La Plata. Cerca de 2009, comenzaron a jugar con el concepto de tocar música sin que la gente los viera hacerlo. “Hicimos una prueba en un lugarcito que teníamos, con unas poquitas personas, y fue impresionante lo que pasó”, recuerda Matías.

¿Cómo reacciona el público ante este quiebre de la percepción común? “Con la gente, suceden muchas cosas”, comenta. “Lo más usual es que aparezcan imágenes o lugares, como una especie de viaje interior. Hay gente que llora, porque evidentemente, se conecta con algo más profundo. También ha pasado que mucha gente se levanta, baila y expresa con el cuerpo. Creo que es por esa cuestión de libertad que se da con la oscuridad”, añade.

“El otro día vino una chica por cuarta vez”, continúa. “La primera fue a mediados del año pasado, y a partir de lo que vivió, se modificaron muchas cosas de su vida. Empezó un proceso de cambio interno. Modificó su rutina y su jerarquización de valores.

Dijo que cada vez que vivió El sueño de los elefantes, fue completamente diferente y, según ella, sucedió así porque estaba en momentos diferentes. Eso me flasheó un montón, es como que uno siente una responsabilidad muy fuerte”, finaliza.

FESTIVAL DE ARTES ESCÉNICAS

Los cuatro domingos de junio traerán una programación basada en encuentros, intercambios, exposiciones y reunión de obras, una propuesta ideada para explorar las artes escénicas. Durante la primera edición del Festival, se presentará una selección de obras curadas por Natalia Chami y Romina Bulacio Sak, y se estrenarán los dos proyectos ganadores de la convocatoria pensada para este evento.

Nota: Alejandro Lingenti

Nacido en la década del 70, el site-specific es un tipo de trabajo artístico diseñado exclusivamente para una locación en particular. Si la obra se mueve de ese «sitio específico» donde fue montada, pierde parte sustancial de su significado. El ambiente deja de ser un simple marco expositivo de una obra para transformarse en uno de sus componentes ineludibles. Obra y contexto, figura y fondo son indisolubles. De esta manera, el conjunto es una nueva entidad que puede ser figura en otro fondo que lo abarque.

Ya en la década del 60, muchos artistas de diferentes partes del mundo (buena parte
de ellos, de Estados Unidos) empezaron a imaginar estrategias para mover al arte del
ambiente solemne y mercantil de los museos urbanos. Y hoy, hasta existe un gran festival internacional impulsado por esa misma inquietud, el estimulante Infecting the City, que desde 2007 se celebra anualmente en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con un eje temático en cada edición (el del año pasado, por ejemplo, estuvo destinado a reflexionar sobre el impacto de las nociones de “poder” y “privilegio” sobre los derechos colectivos).

Con ese marco teórico y esos antecedentes en mente, Natalia Chami y Romina Bulacio Sak trazaron las coordenadas del Festival de Artes Escénicas que se desarrollará durante los domingos de junio. En estos cuatro encuentros se presentarán una serie de obras argentinas elegidas luego de una convocatoria especialmente pensada para este evento, realizado con el apoyo de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires.

«Nuestro objetivo siempre es convocar a artistas que tengan una búsqueda propia que sea identificable».

El menú es variado: obras ambulantes de múltiples disciplinas e intervenciones de larga, media o corta duración que, básicamente, evidencien «una clara voluntad de experimentación», según la sintética definición de Bulacio Sak, actriz, directora, productora artística y licenciada en Ciencias Políticas. «No buscamos artistas consagrados”, resalta. “Pensamos, más bien, en gente con algún recorrido que nos interese por su nivel de riesgo. Y en cómo eso se conjuga con la propuesta que esa gente hace para este festival en particular. Nos interesa mucho el espacio y la relación que la obra establece con él para que el espectador tenga una experiencia que lo
lleve a otra realidad. Lo ideal sería que cuando la gente llegue al Konex, lo perciba como un ambiente tomado. Que ese lugar, que tiene una arquitectura muy característica, pueda lucir transformado», añade.

La idea del Festival fue una iniciativa de Noel Yolis (Gerente de Programación y Contenidos del Konex) y Giuliana Kiersz (Programadora artística). Fueron ellas quienes convocaron a las curadoras, que trabajan hace cinco años en sociedad con Ciudad Cultural. «Pensemos en el contexto de las artes escénicas en Buenos
Aires: hay muchísimas salas, oficiales, independientes y comerciales. Cada una tiene
su particularidad, su singularidad. Y el Konex, naturalmente, también. Es una fábrica restauradaespecialmente para funcionar como centro cultural, un sitio imponente que termina siendo protagonista en lo que programamos”,
sostiene Kiersz. “Entonces, nos dieron ganas de apropiarnos de ese sitio y de las
cosas que irrumpen en él, como esa escalera naranja gigante construida en el Patio. Y que un artista pueda pensar cómo hacer que una obra, un texto o una intervención realmente se crucen y se configuren con el espacio. No que sean obras ‘puestas’ en el lugar, sino que estén pensadas a partir del espacio y atravesadas por su impronta», explica.

Ese criterio es el dominante en este caso, pero la programación artística del Konex incluye también otras variables. Hay, eso sí, una orientación voluntaria que apunta a privilegiar la particularidad. En palabras de Kiersz: «Hacer algo super-original, hoy por hoy, es muy difícil, se sabe. No sé si todo está hecho, pero convengamos en que en el campo del arte, hay muchas cosas que ya se hicieron. Aun así, nuestro objetivo siempre es convocar a artistas que tengan una búsqueda propia que sea identificable».

En el caso del Festival de Artes Escénicas, fue muy clara la exigencia indispensable para todos los que elevaron su propuesta con la intención de que fuera una de las dos elegidas por los responsables del Konex: que tuvieran en cuenta al espacio como elemento principal y que los proyectos promovieran deliberadamente los cruces interdisciplinarios. «Yo entiendo a este festival como un proyecto de ocupación poética del espacio”, reafirma Natalia Chami. El objetivo central es intervenir este sitio específico con la finalidad de cargarle un nuevo sentido, de transformarlo. Eso solo se puede hacer colectivamente, por eso, convocamos a un grupo numeroso de artistas.
Es muy interesante que el resultado sea algo que escape a cada artista involucrado, que esa dimensión experimental no pueda ser controlada concretamente por nadie», expresa.

La arquitectura del Konex, un edificio construido en la década del 20, del siglo pasado,
que fue utilizado como fábrica y depósito de aceites hasta 1992, es ideal para un tipo
de experiencia como la que propone el Festival. «Es una arquitectura con una enorme
potencialidad plástica y escénica, llena de recovecos, escaleras, cuartos… La idea es que los artistas se dejen llevar por esas líneas y texturas para empezar a crear desde ahí”, explica Chami. “Los criterios de selección que usamos estuvieron apoyados en una serie de preguntas que nos hicimos: ‘¿Cómo hacer hablar al espacio? ¿Es posible pensar esa arquitectura de un modo diferente? ¿Cómo la obra puede revelarnos algo nuevo del espacio, una nueva metáfora?’. También, fue muy importante que las propuestas presentaran un desafío para los artistas. Que pudieran aprovechar la oportunidad para experimentar y que no fuera un producto ya pensado de antemano o una repetición de sus trabajos anteriores», concluye.

CICLO DA DA DANZA

El día seleccionado por la Unesco para conmemorar a la danza
en todas sus formas (en honor de Jean-Georges Noverre,
creador del ballet moderno), es el día que el Konex también
elige para rendirle homenaje a este arte, dando inicio a Da Da
Danza. En esta segunda edición del ciclo, cuyo ejercicio es
transitar esta disciplina como un gran movimiento diverso y
contemporáneo, seguirán presentándose jóvenes talentos de
la escena.

Nota: Laura Marajofsky.

Da Da Danza abrirá el domingo 29 de abril y se presentará todos los domingos de mayo, tanto en las salas como otros en otros espacios no convencionales del Konex, con la premisa de generar cruces disciplinario-estéticos en los que el público pueda acercarse y experimentar diferentes prácticas.

Integrado por un grupo heterogéneo de bailarines, coreógrafos y otros artistas, el programa, además, contará con una obra invitada de Uruguay, Manada, que se presentó en el FIDAE (Festival Internacional de Ares Escénicas) el año pasado. La obra, de Martín Inthamoussú, intenta responder a la pregunta “¿Cómo construye su masculinidad un hombre y cómo dialoga con los modelos hegemónicos, si es que lo hace?”. Así, se plantea a la danza como espacio para trabajar y desarmar lo que Inthamoussú considera los cánones heteronormativos y machistas que hoy en día rigen en la sociedad uruguaya.

Por su parte, el programa argentino se inicia con Lobo, te amo (una ficción muerta), de Ayelén Clavin y Gastón Exequiel Sánchez, dos nombres que no resultarán nuevos en la danza contemporánea (él viene de bailar en De cómo estar con otros; y ella, en La Wagner). Esta obra retoma la idea del cuento de hadas para reconnotarlo, desarticularlo y encontrar nuevos modos posibles de relato. Luego de contar con el apoyo de Project Arte XXI, un subsidio de Prodanza y, tras haberse presentado en distintos espacios de la ciudad, llega al Konex.

No esperaba encontrarte entre los invitados, de Mariana La Torre, surge de un proceso de creación sobre la falla entrecruzada con algunas imágenes relacionadas con la figura de la celebración y el encuentro. “Delimitamos un terreno y apelamos a su falla, porque el encuentro con otros es inesperado por excelencia. Nos estamos preguntando: “¿Cómo hacer que nuestros cuerpos acostumbrados a organizarse en escena, a ejecutar en función de expectativas pautada puedan permanecer insumisos en el quehacer del encuentro, aun siendo una aparente homogeneidad?”, cuenta su directora.

Josefina Gorostiza, bailarina y coreógrafa que ya viene deslumbrando con obras como Una de vampiros y la actual Coreomanía, llega ahora con Cinco horas, una instalación que va a tener, precisamente, esa duración. Gorostiza continúa aquí profundizando su línea de trabajo y experimentación: la búsqueda de los límites del cuerpo, un ejercicio de resistencia y de danza a todo o nada, la acción, la repetición y la permanencia. ¿Qué transformaciones produce el tiempo en el cuerpo y el cuerpo en el tiempo? Los espectadores podrán ir, venir y permanecer cuantas veces y tiempo quieran, mientras que en escena se presentarán tres bailarines, un baterista y una
poeta. Cabe destacar que los bailarines son la talentosa Carla Di Grazia, la propia Gorostiza y Juan Manuel Iglesias. La poetisa Nadia Romina Sandrone; y el músico, Nacho Coppolecchia.

También, habrá lugar para los work in progress en el marco de Da Da Danza, en este caso De seres interpretados, de Martin Gil. Con la consigna de encontrarse por primera vez en Ciudad Cultural Konex, los bailarines María Kuhmichel y Alejo Wilkinson recibirán órdenes de una pieza previamente coreografiada, al tiempo que van descubriendo y habitando el espacio. A partir de estas instrucciones, intentarán interpretar una serie de gestos, acciones y discursos para ser reconstruidos en vivo. Si exitosamente o no, está por verse.

Da Part Y, de Paula Herrera Nóbile, será una performance que se construirá en vivo entre músicos, bailarines y la directora. Liberados y presos de lo que suceda, los cuerpos de los integrantes transcurrirán en diversos estados, bordeando los límites de lo obsceno, lo desagradable, lo impúdico y lo hermoso. Funcionando como un sistema abierto, que ingiere y digiere, acaba articulando movimientos, acciones físicas, sonidos, palabras. El grupo se desempeña como un todo y cada participante, como un intento de cuerpo completo y alineado en la integridad de sus manifestaciones. El cuerpo también deberá (re)accionar en relación con extensiones de sí mismo, tanto instrumentos sonoros y musicales como otros elementos elegidos para cada función (aparatos tecnológicos, frutas, productos textiles, proyecciones visuales analógicas).

La pavada, de Analía Slonimsky, surge de la importancia de poder animarse a hacer el ridículo. Porque un movimiento pavo es un impulso que genera una apertura hacia un rango de movimiento menos regulado. Así, el canal de lo simple abre el campo de acción y lo que brota es la incomodidad de enfrentarse a lo que nos habita. Entre esta predisposición y sin las exigencias de hacer algo importante se
desata el movimiento de la obra.

Finalmente, el ciclo cierra con la experimental Práctica para ensanchar una línea, de Elina Rodríguez. Un proceso de creación que se alza en el marco de un Seminario de Investigación en Danza, coordinado por Rodríguez y parte del plan de Formación de Artistas Contemporáneos para la Escena (FACE-CABA). El proceso de experimentación y práctica se desplegó en tres etapas: recorridos, archivo y escena, esta última es la que se comparte en Da Da Danza. De esta forma, Práctica para ensanchar una línea utiliza el recorrido como estímulo central de la acción performativa y el espacio público (un margen en la ciudad donde se acumula basura y muchas cosas más) como la herramienta de investigación. Un devenir en el que cuerpos, sonido, texto e imágenes generan un ambiente específico, que se define por sus movimientos y constante hibridación, desafiando las lógicas del adentro y el afuera.

Acercarse a disfrutar de la danza, quizás, sea una de las formas de concienciar nuestros propios cuerpos y deseos en un marco urbano que imprime cada vez más inmediatez, productividad y distancia de nuestras realidades orgánicas. Da Da Danza es una invitación a dejar que el juego con el otro, la búsqueda, el ruido, el sinsentido, la catarsis y el movimiento invadan por unas pocas horas nuestras existencias.

«Respiro más música que aire»

No hay exageración en afirmar que Hermeto Pascoal es una leyenda viva de la música. Con 81 años, el brasileño creador de la Música Universal sigue en pie con decenas de nuevas composiciones y shows vibrantes e imprevisibles. La última vez que Hermeto estuvo en Buenos Aires fue hace un poco más de un año, en octubre de 2016, cuando participó del ciclo en homenaje a Astor Piazzolla, Experiencia Piazzolla, que se realizó en el Konex. Ahora, regresa al país para ofrecer un show de verano, en el Patio, que promete ser una experiencia única. Antes de su nueva visita, dio detalles sobre sus preferencias a la hora de tocar en vivo y sobre la felicidad que le genera seguir creando música.

Nota: Ilan Kazez

Tus shows son muy descontracturados y, en general, pueden durar más que el tiempo estipulado ¿De qué depende que sea así?
De la energía, porque se divide. Estamos todos juntos sobre un escenario: el público, la banda y yo. De ahí, viene la razón de porqué son largas mis presentaciones. Simplemente, no quiero tocar poco, no me gusta. No me imagino realizando shows de media hora o cuarenta minutos. Mi banda es como si fuera un avión Concorde, de tan rápida que es. Y la pista es pequeña. A los shows suele concurrir mucha gente, que también quiere escucharnos un buen tiempo. Y realmente me gusta tocar más, siempre y cuando el lugar lo permita.

¿Cuáles son las condiciones ideales a la hora de realizar
un show?
Mi preferencia es siempre por teatros, pero por la propia naturaleza de la Música Universal, hay estilos que se adaptan específicamente a cada tipo de lugar. Existen determinados repertorios y señas con las que aviso a la banda que vamos a tocar ritmos más rápidos. Son alternativas para tener en cuenta cuando uno toca Música Universal.

Tenés una conexión especial con el público argentino.
¿Qué es lo que más apreciás de tocar acá?
Me siento muy cómodo en Argentina. Es un pueblo maravilloso, sensacional. El público argentino es similar al resto, porque no existe nada relevantemente diferente. Es por esto que me refiero siempre al concepto de “música universal”. Existen algunas diferencias en la musicalidad, pero somos muy semejantes. Incluso en la calle, algunos argentinos me llaman “Maradona”. Parece un sueño, pero es la realidad.

La última vez que tocaste en este país fue en Experiencia
Piazzolla. ¿Qué recordás de aquel show?
Recuerdo la canción que escribí en homenaje a Piazzolla y la reacción del público. Sobre todo en la parte en la que hice entrar un pandeiro que no hizo perder el estilo propio del tango, acompañó muy bien la composición. El público se quedó aplaudiendo de pie.

Después de tantos años en la música, ¿cuál es tu mayor
motivación para componer?
¡Mi principal problema es que compongo de más! No paro. ¡Respiro más música que aire! El componer, para mí, representa una situación de mucha felicidad. Ya realicé, por lo menos, diez mil composiciones. Y ahora, pueden llamarme Dr. Hermeto Pascoal, ya que hace poco recibí una mención honoris causa por parte de la Universidad de Boston. Estoy realmente muy feliz hoy en día.

¿Qué es lo que más te entusiasma de la música?
En todo hay música. Puede encontrarse musicalidad en todo tipo de contextos. Soy una persona completamente intuitiva y autodidacta. Llegar al escenario y tocar no tiene comparación alguna. •


Hermeto Pascoal se presenta el 31 de marzo en Parador Konex. Conseguí tus entradas acá.