Hair, 50 años

Por Romina Zanellato

Hace cincuenta años, en Estados Unidos, existía una tribu de hombres y mujeres que querían salvar el mundo con paz y amor. Aunque en la actualidad parezca naíf que un movimiento político pueda representar esos valores, los hippies nacieron como reacción a la Guerra de Vietnam y alzaron las banderas de la libertad, el amor libre, las drogas como salvación personal y colectiva. En el presente, cuando el odio circula hasta por las venas de fibra óptica de internet, el Konex estrenará el musical Hair para que sea vivido por las nuevas generaciones. “Traer a la memoria lo que querían lograr los hippies es interesante en este momento, en el que el odio pasa por la puerta de casa y en las redes sociales”, dice Pablo Gorlero, director general de la obra y quien realizó la adaptación y la puesta en escena.

El 3 de mayo será el debut en la Gran Sala, con treinta intérpretes y ocho músicos en vivo para revivir el musical que es un clásico en el género. Con un elenco joven y vigoroso, Gorlero cuenta que no convocaron a ningún actor o actriz para los papeles, sino que hicieron una serie de audiciones abiertas para que cada cual pudiera tener las mismas chances de interpretar el rol que le interesaba. En diez días, pasaron más de quinientas personas por dichas audiciones y así fueron completando el elenco. “En marzo empezamos los ensayos, con un proceso muy rico en el que la parte coreográfica y musical se construyó de manera conjunta”, menciona Gorlero.

Hair tuvo múltiples representaciones en el mundo desde su estreno, en 1968, en el teatro Biltmore, de Broadway, en el que hizo mil quinientas funciones. Escrita por Gerome Ragni, James Rado y Galt MacDermot, y ahora adaptada por el periodista y director Pablo Gorlero, la obra se centra en exponer la violencia doméstica hacia las mujeres y niños, el racismo, la homofobia y la represión sexual de la sociedad pacata norteamericana de la época. Como un grito de rebeldía, esta vez la obra tendrá la coreografía de Verónica Pecollo y la dirección musical de Juan Ignacio López.

“El contexto social me confirmó que era el momento de revivir esta obra: el resurgimiento de la extrema derecha, el individualismo se volvió salvaje. Todo eso se vivió, y causó grandes males al mundo”, expresa Gorlero. Por esto, representar Hair es poner en unión a una tribu de personas, actores, actrices y músicos, que puedan obrar en conjunto, pensar en la totalidad, y no en sus individualidades. Como los hippies, que planteaban el respeto por el medioambiente, por los alimentos, por el ferviente deseo de libertad y respeto como salida a una vía opresora.

Aquel 1968, año del estreno de Hair, con la movilización de los hippies en Estados Unidos y la de los estudiantes en el Mayo francés, se parece a este 2019 en el que las juventudes salen a la calle a reclamar por sus derechos. Por eso, Gorlero afirma que la obra no puede ser reinterpretada, que debe serles fiel a su época y a su mensaje. Sostener el marco de aquel entonces para repensar la actualidad en clave de esperanza y cooperativismo.

Hair vuelve a los escenarios cincuenta años después y confirma que se trata de un musical que emociona y conmueve.

“Una frase tiene que ser una provocación al pensamiento”

Darío Sztajnszrajber presenta su nuevo curso, Filosofía en otras 12 frases, una suerte de secuela de los aclamados encuentros de Filosofía en 12 frases, que realizó durante 2016 y que derivaron en el libro Filosofía en 11 frases. Este se publicó en 2018, con más de ochenta mil copias vendidas en menos de un año, y se convirtió así en un verdadero best seller.

Siempre atento a generar nuevos formatos a partir del cruce de disciplinas, en esta oportunidad, el docente propone “romper el canon” y salirse de la filosofía estricta para tomar como punto de partida frases que van desde la Biblia hasta los Sex Pistols, pasando por un fragmento de un cuento de Jorge Luis Borges, un grafiti del Mayo francés, una expresión del Manifiesto feminista, además de material de los antiguos pensadores y otros infaltables, como Karl Marx y Friedrich Nietzsche.

¿Qué tiene que tener una frase para que sea buena y genere impacto?
Tiene que ser una provocación al pensamiento. O sea, un formato que genere algún tipo de zozobra al sentido común y que desde su musicalidad, y al mismo tiempo, desde su irreverencia, haga que el que la lee sienta que algo se le mueve en la cabeza. Que necesariamente comience a pensar las derivaciones de la frase, de sus contradicciones, de los nuevos escenarios que plantea sobre temas que ya conoce de antes. El problema es que si nos quedamos solo con eso, la frase queda solo como un título, y la clave de todo esto es que la frase sea una puerta de entrada hacia donde después se profundicen todos esos contrastes y propuestas de reflexión que genera.

¿Cuáles son los criterios que priorizás a la hora de seleccionar las frases?
Los criterios son distintos. Tienen que ser frases reconocidas. Obviamente, ninguna frase que, por ahí, está buenísima, pero no ha tenido ninguna trascendencia, puede resultar convocante, porque uno necesita el reconocimiento de algo que de algún modo ya tiene en la cabeza. Después, que sea bastante equitativa con lo que es la historia de la filosofía, o sea, que pueda representar momentos históricos muy distintos. Lo mismo con lo temático: que no sean todas frases que hablen sobre el amor, sobre el poder o la muerte, sino que haya una diversidad temática. También, que sean frases que a mí me generen un deseo particular: frases que, de algún modo, me han provocado en algún momento de la vida o que todavía me generan un impacto. Es una mezcla. Y en este caso, el diferenciarse del curso anterior, tratando de encontrar otras que tengan el mismo peso, pero sin repetirlas.

¿Cómo se te ocurren los distintos formatos de tus espectáculos?
Los formatos van ocurriéndonos a medida que vamos experimentando otros, siempre con el propósito de sacar a la filosofía de sus lugares más solemnes y rígidos. Y entendiendo que en el cruce que la filosofía puede hacer con otros géneros, está la posibilidad de que pueda hablar otro idioma y ser más convocante, llegar a más. El tema es el cruce, más que los formatos. Lo que va armándose es un cruce de géneros: filosofía y literatura, filosofía y música, filosofía e historia. Es muy propio de la historia de la filosofía haberse puesto a juzgar a las diferentes disciplinas. Esa forma muy soberbia que tuvo la filosofía es lo primero que hay que deconstruir; por eso, tratamos de tomar esa idea de encuentro con otros géneros, pero no desde un lugar de superioridad, sino de encuentro con el otro.

¿Cómo trabajás en el desarrollo de estos cruces?
Otro elemento que suma mucho a la hora de pensar en los formatos es que el encuentro con otros géneros artísticos o académicos supone también la co creación con más gente, como es el caso de la banda de música en Desencajados o en Salir de la caverna, o el encuentro que tenemos con Felipe Pigna en Preguntas de la historia y la filosofía. Se trata de trabajar con alguien que no es de tu palo, y es un ejercicio muy interesante. Lo fácil es trabajar con gente del mismo palo, cuando coincidís en un lenguaje, en un método. Entonces, esa apertura que se produce acá permite que uno revea sus propios límites.

Una experiencia teatral inmersiva

Una firma de origen oriental alquila un espacio en Ciudad Cultural Konex para ubicar su depósito de containers. En los horarios en que la empresa no funciona, la señorita Chin Gu subalquila los contenedores vacíos para la realización de actividades clandestinas.

Con esta premisa, el 9 de enero se estrenó Chin Gu Containers, una experiencia única de encuentros secretos que pone en jaque al público que se anime a formar parte de un universo de dudosa legalidad. Con la complicidad de los asistentes, este acontecer intensifica el uso de los cinco sentidos y permite acortar las distancias –reales y simbólicas– entre el público y el elenco: al ingresar al container, los participantes son protagonistas de una reunión clandestina e intervienen en las escenas junto a los actores y actrices. Se enfrentan con sus propios prejuicios y deben animarse a tomar una decisión: ¿de verdad van a ser cómplices de esto?
Romina Bulacio Sak y Natalia Chami empezaron a trabajar con el formato de teatro participativo en marzo de 2013 con Usted Está Aquí, una propuesta que invitaba a sorprenderse con los mundos posibles que uno puede habitar. En 2017, estrenaron RROM, espectáculo que también se caracterizó por dejar que los espectadores se convirtieran en los invitados de un casamiento gitano. En ambos casos, el público podía cambiar el curso de la historia.
De esta forma, las directoras de Chin Gu Containers descubrieron un desafío: cómo mantener la tensión de un texto dramático mientras que el público participa. Desde 2012, así, exploran esta relación y aseguran que “el interés por intervenir y modificar el curso de las cosas, va en aumento. Por ahora, seguimos preguntándonos por todo lo que sea una experiencia que involucre más de un sentido».

Estamos atravesando una época de profundos cambios en la forma de conectarnos con los productos culturales: la televisión, la música, el cine ¿Cómo, piensan, afectará esta transformación al teatro?
Que el futuro sea incierto es lo que más nos motiva. Hay teatro que se sumerge en los avances tecnológicos, otros teatros que reivindican la simpleza de lo analógico. Lo cierto es que para nosotras, en el futuro no habrá bordes que definan al teatro de las artes visuales o de los video juegos, sino que habrá experiencias cruzadas en las que estén corridos todos los límites y no puedan encasillarse las formas.

¿Cómo describirían esta experiencia de teatro inmersivo? ¿Qué tiene de particular su narrativa?
Chin Gu Containers es una experiencia participativa que propone al público ser parte de algo clandestino, provocador y, a la vez, muy divertido.

¿Cómo responde el público a este formato?
Vemos que el público se sorprende, no se espera lo que pasa y está muy disponible a seguir sorprendiéndose hasta el final. A la mayoría le gusta mucho tener un rol desde el principio, eso los ayuda a jugar y entregarse a hacer y ser algo distinto de lo que son antes de entrar a la obra.

¿Quién es la señorita Chin Gu?
Es una mujer muy respetuosa de sus propias reglas. Tal vez, su peor defecto sea la impaciencia o, tal vez, su implacabilidad. Una vez que se siente traicionada, no hay vuelta atrás, y eso suele sucederle muy a menudo.

¿TE ANIMÁS?

Pequeño Gran Festival

Nota: Valeria Montenegro

Este verano llega la octava edición de Pequeño Gran Festival, un evento pensado para toda la familia que propone recorrer, de manera activa, las distintas disciplinas artísticas valiéndose de propuestas musicales, espacios lúdicos y actividades didácticas. Siempre con el foco en compartir, crear y estimular nuevas conexiones que permitan desarrollar la intuición, los sentidos, la percepción y el pensamiento creativo de manera divertida y singular. Talleres, arte, juegos y música junto con Luis Pescetti.
Pescetti es escritor y compositor, uno de los artistas más queridos por grandes y chicos. Con veintiocho libros publicados, once discos editados, cientos de conciertos realizados y una gran cantidad de premios obtenidos, a lo largo de los años se convirtió en uno de los favoritos de la familia. Para ir calentando motores para su tan esperado show, Luis habla en esta nota sobre sus inicios, el reencuentro de los adultos con el juego, su vocación, y su participación en el festival.

¿Cómo se inició tu profesión? ¿Por qué elegiste una vocación de creación, de creatividad, orientada para los más pequeños?
Mis primeros pasos fueron como maestro de música, en su mayoría, en primaria y jardines de escuelas públicas. Pero como toda vocación no siento que uno la elija. Más bien, poéticamente, uno podría decir que algo lo elige, es un lenguaje en el que uno calza naturalmente. Conocés resortes sin que te los hayan explicado.

¿Recordás qué querías ser de grande en tu niñez?
Quería ser artista e inventor y caminaba por la calle imaginando que respondía entrevistas. De hecho, de muy pequeño, tenía un cuaderno de inventos, allí lo anotaba todo.

¿Cuál era tu libro favorito?
No era lector de niño, es más, leía solo un poco, pero eso luego cambió.

¿Qué canción tuya le cantarías a ese pequeño Luis?
¡Oh! Casi todas las que compuse. Ahora pienso que son, y fueron escritas, para el pequeño Luis. Pero si tengo que seleccionar una, creo que, sin duda, las elegidas serían Tete y No hay otro lugar como mamá.

Oír, atender, conectarse, comprender y jugar son solo algunas de las consignas que proponés en tus canciones, libros y shows. ¿Cómo se puede, si es que se puede, potenciar esta sensibilidad en los más pequeños?
La manera es oyendo, conectando, comprendiéndolos y jugando con ellos. Y jugar no es solo ponerse a disposición, sino un turno y un turno. Uno como adulto juega, no se pone de lado. Se juega con el cuidado y la sensibilidad que requiere un niño, pero uno no renuncia a divertirse.

Tus espectáculos son una gran propuesta lúdica que disfruta toda la familia. ¿Qué creés que les pasa a los más grandes en ese reencuentro con el juego?
Eso que decís, se reencuentran con el juego de una manera natural, hay algo verdadero cuando ocurre en el teatro, y lo disfrutan mucho.

¿Qué implica para vos poder participar del Pequeño Gran Festival, un evento que busca unir a la familia a partir de la experiencia del juego, la celebración y la música?
Saber que soy un cocinero invitado a preparar un gran plato, en una buena cocina, con los mejores ingredientes. Solo voy a adelantarles que este encuentro, como todos los recitales, tendrá un poco de novedad y mucho de reencuentro, por eso, los invito a descubrirlo con la familia.

“Luis era mi héroe de la niñez”

Entrevista a Javier Malosetti

Nota: Ilan Kazez

Una vez más, el Patio del Konex se llenará de emoción y música en la nueva edición de Spinetta, El Marcapiel, el encuentro que celebra la vida y la obra de Luis Alberto Spinetta. La fecha elegida es el 23 de enero, día del nacimiento del Flaco. Participarán artistas como Ricardo Mollo, Fabiana Cantilo, Lisandro Aristimuño y Liliana
Herrero, además de los músicos que acompañaron a Spinetta durante su historia, como Machi Rufino, Dhani Ferrón, el Mono Fontana y Javier Malosetti, a cargo de la dirección artística del evento.

La primera edición de Spinetta, El Marcapiel se realizó el 16 de octubre de 2016, en el marco de las actividades por los diez años de Ciudad Cultural Konex (hay que recordar que el Flaco fue quien inauguró el Patio, en febrero
de 2004). La segunda se hizo el año pasado, el 23 de octubre de 2018, como conmemoración del cumpleaños de Luis Alberto.  “El espíritu de todos los músicos que participan es de alegría, emoción y compromiso”, dice Malosetti. “No es un homenaje a Luis. Me gusta más ‘Celebración´ que ´homenaje´. Es la celebración de su obra”, añade.

¿Cuál es tu objetivo en cada edición de El Marcapiel?
Hay dos objetivos: uno es el de ayudar. Luis era una persona muy generosa y nos gusta continuar con su espíritu en ese sentido. Después, se trata de volver a vivir algo. Juntarnos y tocar. Para nosotros es eso y para la gente, creo, también: volver a vivir frente a un escenario algo de Spinetta con artistas que tuvieron que ver con su historia.

¿Qué recuerdos te quedaron de las ediciones pasadas?
Muchos recuerdos, momentos muy altos en el espectáculo. Machi volviendo a tocar Durazno sangrando, o Emilio del Guercio y Rodolfo García tocando canciones de Almendra. También es muy lindo reunir a los artistas, como la vez anterior, que estuvieron Ricardo Mollo y León Gieco cantando la canción 8 de octubre, con la que nos sumamos a
la consigna de los padres de Conduciendo a Conciencia. Acompañamos en esa lucha que Luis batalló con mucha pasión.

¿Cómo definirías la relación que tenías con Spinetta? ¿Era de pares o de maestro-alumno?
Era una relación de amigos elástica, que podía estirarse a maestro-alumno. En cierto momento, me decía algo, y me daba cuenta que tenía que agachar la cabeza y escuchar. Era como si mi padre hablara. En otros momentos, nos estábamos tirando pedos y prendiendo el encendedor como si fuéramos chicos. Éramos pares, no era solo una relación vertical. Pero él era un genio y yo era adolescente, estaba para absorberlo todo y aprender. Como todos los que estábamos ahí, asimilando algo muy tremendo. Por eso, destaco momentos en los que él, quizá, bajaba un poco para mezclarse con sus músicos. Esos momentos en los camarines en los que era todo humor y hospitalidad.

¿Cómo era esa hospitalidad?
Luis siempre fue así, nos cocinaba y preparaba toda la sala para tocar. Y en el medio de eso, era un Capusotto, nos hacía reír con pasos de baile o personajes que adoptaba. Había uno con el que se levantaba los lienzos hasta el cuello, tenía una malla de danza ridícula y hacía unos pasos. Después de esas boludeces, contaba hasta cuatro y empezaba
una de esas canciones que nos terminaban de noquear.

¿Eras consciente de que estabas al lado de un tipo como Spinetta?
Por supuesto que era consciente. Yo tenía 23 años y Luis era mi héroe desde la niñez.

«Mi cabeza es la de cuando tenía 20 años»

Entrevista a David Lebon

Nota: Ilan Kazez

Serú Girán, Pappo’s Blues, Pescado Rabioso, La Pesada del Rock and Roll, Polifemo: todas las bandas de las que formó parte David Lebón. Por algo se convirtió en una de las personas fundamentales para el rock argentino. El próximo 1 de febrero, llega al Patio del Konex para presentar su show El tiempo es veloz, en el que repasará una buena parte de su carrera y dará a conocer material de su nuevo trabajo de estudio. Este álbum, además, recorre su cancionero con la participación de una nómina de invitados de lujo.

¿Cómo es el show El tiempo es veloz, que vas a presentar en el Patio del Konex?
En este show, hacemos algunos de los temas que están en el último disco y un repertorio de otras canciones. Puntualmente, voy a mostrar lo que estoy haciendo ahora, un álbum que está realmente muy bueno, al que invité a muchos artistas conocidos. Mi idea inicial era grabar un disco nuevo como solista, con mi banda, pero mi señora y mánager, junto con Sony, pensaron en hacer uno sobre mis temas solistas, pero acompañado de otros músicos. Participan, entonces, Ricardo Mollo, Lisandro Aristimuño, Eruca Sativa, Coti, Julieta Venegas, Emmanuel Horvilleur, entre otros. También reuní a los miembros de Polifemo, Rinaldo Rafanelli y Juan Rodríguez. El productor del disco es Gabriel Pedernera, baterista de Eruca. El álbum está quedando muy lindo, porque es un trabajo de amigos y amigas. Cada tema tiene algo distinto.

Tu repertorio incluye canciones que ya casi son himnos nacionales. ¿Sentís lo mismo al tocarlas ahora, que son clásicos, que cuando las compusiste?
Las siento más que nunca. A mí me gusta tocar esas canciones, nunca tuve el problema de decir: “Esta canción ya pasó”. Yo tengo una forma de pensar que se manifiesta como si todos fuésemos una tribu. Donde yo voy, el público es el mismo. Distintas caras, distintas provincias, distintos lugares, pero el público es el mismo. Le gusta escuchar lo mismo. Es la misma onda, y no cambiaría por nada esa onda que tiene este público, es maravillosa. Son divinos, todos hermosos, son como mi familia.

No solés tocar mucho en vivo, ¿te gustaría hacerlo más seguido?
Sí. Quiero dedicarme a tocar. De todas maneras, las cosas están como están. Realmente, yo nunca quise ser millonario, nunca fue mi idea, no lo pretendo, es un problema serlo. Los millonarios que conocí tienen unos problemas impresionantes (risas). Me siento un músico de verdad. Me gusta tocar. Y prefiero mi vida como está, tranquila, con mis nietos e hijos. Haciendo muy buenos shows en teatros y lugares más grandes.

El nombre del show, El tiempo es veloz, hace referencia a tu primer disco solista. ¿Vivís el tiempo de la misma forma que en aquel momento?
Sí, pero ahora, al tiempo, lo siento. Todos los días me levanto y soy consciente de que estoy vivo. Eso me empezó a pasar durante los últimos años, ya soy un señor grande. Y es maravilloso, porque todavía vivo muy atento. Tengo esta cosa, como una cosquillita de la vejez, pero mi cabeza es la de cuando tenía 20 años. Soy Astroboy (risas). Mis hijos me dicen “Peter Pan”.

Si sos más consciente del tiempo, entonces, no lo vivís de forma tan veloz
No, es que soy muy consciente de que el tiempo es veloz, entonces busco vivirlo de otra manera.

“Dancing Mood es la banda que siempre soñé tener”

Nota: Ilan Kazez

Vuelve la banda instrumental liderada por el trompetista Hugo Lobo. Dancing Mood ya es mayor de edad, este año festeja sus 18 años como banda y sus diez discos. Por eso, el show que preparan será un repaso de su carrera, con invitados especiales de todas las épocas. Hugo Lobo, el gran trompetista de Villa Pueyrredón, dice que el cuerpo cambia cuando tocan al aire libre y que todo se ve mejor si hay una noche despejada.

¿Te importa el cielo? ¿Lo mirás?
Sí, le presto atención. Estar en la ciudad, a veces, lo impide un poco, pero tengo la suerte de poder ranchar en la Costa, en un lugar bastante alejado, donde puedo disfrutar del cielo y las estrellas, cosa que acá cada vez se ve menos, con todas las construcciones y torres. A pesar de que yo vivo en un barrio, cada vez se puede mirar menos para arriba.

¿Preferís tocar al aire libre o puertas adentro con sonido más controlado?
Tocar al aire libre siempre tiene otro gusto, otro sabor. La mayor parte de mi vida toqué en lugares cerrados, oscuros, a horas medio ridículas. Cada vez que hacemos ciclos en el Konex, disfrutamos mucho por tocar al aire libre. Para el cuerpo también es una sensación bastante agradable y diferente.

Dancing Mood cumplió 18 años, ¿qué se siente comandar un proyecto durante tanto tiempo?
Pasó bastante rápido. Dancing Mood es un proyecto y un sueño que tuve durante mucho tiempo. Para mí, va a ser siempre increíble el lugar en el que posicionó a la música instrumental. Siempre voy a estar agradecido. Creo que se sostiene con la originalidad, el trabajo duro y el espíritu cooperativista que tiene la banda, esa es una de las claves para que siga funcionando puertas adentro con armonía. La música es mi vida, así alimento mis ganas de seguir tocando este estilo, que es el que me gusta. Dancing Mood es la banda que siempre quise tener y tengo el privilegio y la suerte de hacer lo que me apasiona.

On The Good Road volvió a ser casi todo instrumental, ¿cómo es ese camino por el cual te gustaría llevar a la banda en el futuro?
En los últimos tres discos, estuvimos haciendo composiciones propias, y por eso el último tiene un solo tema cantado: quisimos darle más lugar a nuestra música. En los otros, hubo tres canciones cantadas, pero este es un proyecto totalmente instrumental. Es un tema conceptual. Quise hacer un disco que volviera a la raíz de los primeros de Dancing Mood. Hace poco, sacaste Neighborhood Rules, un disco solista con invitados importantes.

¿Cómo viven en vos estos dos proyectos en simultáneo?
El disco fue muy soñado por mí, pude grabar con un montón de mis ídolos de este tipo de música. No es un proyecto solista convencional, porque es un disco que trata de fomentar la calidad y cantidad de músicos que hay en el país. Lo grabé yo y, también, ejecuto con casi todos los instrumentos. Es una deuda que tenía conmigo mismo. Componer y arreglar diferente de Dancing Mood, con un sonido más rústico. Estuve mucho tiempo abocado a la banda, dejé de trabajar como sesionista y me fui de otros grupos, así que este proyecto era algo para mí. Tocar para menos gente, en lugares más chicos, es como refortalecerse, volver a empezar.

La cumbia está en nuestro ADN

Nota: Cecilia Osorio

La Delio Valdez y los colombianos de Frente Cumbiero, referentes del ritmo latinoamericano, llenarán de alegría el lugar para que nadie se quede sin disfrutar. Pablo Broide, saxofonista de La Delio, habla sobre el presente de esta, cada vez más vigente, música popular.

¿Qué pasa hoy con la cumbia?
Mucha gente se dio cuenta de que se podía permitir escuchar cumbia. De alguna manera, se asumió cierta hipocresía: que a nadie le gustaba esta música. La realidad era que, en el fondo, todos la celebraban. Pasó lo mismo con el chamamé y con otros ritmos populares: en principio, fueron marginados como música solo de baile, para gente humilde, por sus sonidos simples y sus letras pícaras. Pero la cumbia siguió su camino, incluso siendo despreciada por la escena del rock. Nosotros rescatamos el ritmo, la tradición, a los músicos que reivindicaron este género que habla de nuestra identidad.
¿Por qué nos identificamos con este ritmo?
La cumbia está en nuestro ADN, y por eso nos resulta fácil bailarla. Se relaciona con algo positivo: es un espacio de libertad, en el que te sentís cómodo, pero a su vez, te interpela. Esto se ve en Argentina, donde lo tradicional del género cuenta con una vigencia muy fuerte.
¿Cómo se preparan para el Konex, que los recibe a cielo abierto?
El Patio es un lujo, con un escenario muy grande al aire libre, por lo que nosotros lo disfrutamos un montón. Sonarán las canciones de Sonido subtropical, un disco de composiciones originales producido por Andrés Mayo y Mariano Fernández. También, los discos anteriores y algunas versiones nuevas.
¿En qué momento de la orquesta llegó el disco nuevo?
Al principio, intentábamos respetar lo que proponían las orquestas colombianas de los 40, pero era imposible sonar así porque se trataba de otros instrumentos y otra época. Poco a poco, fuimos encontrando el sonido propio, y en ese sentido, Sonido subtropical tiene que ver con una evolución.
¿Cómo es la cumbia al estilo de La Delio Valdez?
La cumbia se expande desde Colombia como folklore latinoamericano, tiene un mestizaje, y eso hace que haya un estilo de cada lugar. Por eso, si escuchás La Delio, vas a distinguir esas influencias mezcladas con cosas roqueras, salseras, tangueras, de nuestra tradición más cercana al Inca y a Buenos Aires.
Van a compartir escenario con otro referente, Frente Cumbiero…
Es la primera vez, y nos genera muchísima expectativa, porque venimos siguiendo de cerca el trabajo de Mario Galeano (músico, productor y director de Frente Cumbiero), que es muy groso. Junto con el jamaiquino Mad Professor, productor de música dub, han realizado laburos increíbles que exploran la música colombiana tradicional y le aportan innovación electrónica. Esperamos que sea una noche de celebración para todo el mundo.

Jeites: Una celebración a la vida

La banda de primos y hermanos presenta Moksha: La maduración, un concierto de ópera rock para liberar al ser a través de la música y la verdad. Un show que recorrió el país y llega al Patio del Konex el 9 de noviembre.

Nota: Romina Zanellato

“Es una buena tarea recordar que estamos vivos en este momento y en este presente”, dice Joaquín Varela, cantante y fundador de Jeites. Es que la música de esta banda tiene un propósito muy claro: celebrar. Si bien Jeites nació en 2006, el origen se remonta a la vida entera de Joaquín, ya que está compuesto por siete primos y hermanos: Varela, Halbach y De Paula. Unos son de Necochea y los otros de Mar del Plata. La semilla se plantó en las vacaciones y en los fines de semana que compartían. La liberación energética llegó en forma de folk divertido, fogón rock, country argentino o beatle sudaca. Después de lanzar la trilogía de discos Desde la tierra (2014), Ciudadano del mundo (2016) y Mi sol mayor (2017), Jeites presentará Moksha y hablamos con Joaquín para que nos cuente de qué se trata.

En sus canciones hay un fuerte vínculo con el cielo y la tierra. ¿Cómo se conectan con la naturaleza en la ciudad?
La naturaleza está presente en todos lados. Aquí, en la ciudad, hay buenísimas plazas y parques para estar juntos, compartir mates, sol, canciones. Y mientras tanto, la naturaleza urbana: cargada de edificios, árboles, exuberante por todos lados. Algunos nos trasladamos en bicicleta y vemos todos esos paisajes con aire.

Las canciones y los shows de Jeites son pura celebración, ¿qué es lo que honran?
Es una celebración permanente a la vida, a la posibilidad de cantar, a poder vivir de la música, a encontrarnos de acuerdo con un mensaje que transmiten las canciones, y a estar en movimiento con gente querida. Nosotros somos primos y hermanos y nos queremos mucho. Para nosotros, es un honor compartir esto juntos. Y también, con las personas que vienen a los shows, que son una parte muy importante, que nos quieren escuchar y nos respetan.

¿Cómo nació la idea de hacer una banda juntos?
Surgió espontáneamente. De chicos, compartíamos vacaciones en invierno y verano. De chico, empecé a componer canciones y, por ahí, me iba a lo de Tomi (Tomás Halbach) un fin de semana, y él me ayudaba a grabar, me sugería ideas. Así empezaron los primeros intercambios musicales, en los que nos hacíamos idas y vueltas de canciones. Después se sumó Francisco (Halbach) y comenzó el intercambio permanente. Solo faltaba ponernos a tocar en vivo esas canciones.

En los shows de Jeites, hay algo muy teatral, de varieté. ¿Qué valor le dan al cuerpo y a la experiencia?
En Jeites se mezclan las artes. Lo poético, lo lirico, lo musical, lo escénico, lo teatral. Mi hermana Victoria (Varela) es actriz, y yo también tengo cierta formación en eso. Además, nos gustan las danzas, transmitir a través del cuerpo. Creemos que el mensaje llega más fuerte si se acompaña con el movimiento, las luces, el cuerpo: todo para potenciar la canción.

Vuelven al Patio, ¿qué esperan del show?
Tocar en el Patio del Konex es increíble, es como disparar estas canciones al cielo, poder tocar al aire libre, tomarte un trago con tus amigos, disfrutar. Es uno de los escenarios más lindos, y es el más convocante. Moksha tiene que ver con el desarrollo y la maduración de un concierto que venimos preparando desde marzo, que hemos llevado a todas las ciudades posibles del país, y lo festejaremos de manera especial.

Escalandrum

Para describir la sensación de haber grabado en Abbey Road, Nicolás Guerschberg, pianista de Escalandrum, utiliza dos analogías: “Es como ver una película y después estar dentro de ella”, expresa, y más tarde, agrega: “Es como jugar en una cancha donde la pelota pica perfecta”. Ambas comparaciones sirven para ilustrar los dos elementos clave que sobrevolaron en la experiencia: la mística y la técnica.
En octubre del año pasado, el grupo de jazz pasó dos días enteros en el legendario estudio londinense para registrar su decimoprimer álbum, al que titularon Studio 2, que se presenta oficialmente en la Gran Sala del Konex el 12 de octubre.
El trabajo tiene varios condimentos especiales. En primer lugar, e indudablemente, el hecho de que fue grabado en el estudio donde los Beatles crearon tantas obras maestras. Además, es un álbum en el que retoman composiciones propias, tras cinco años de realizar proyectos sobre la base de versiones. Por último, será el primer vinilo que editará el sexteto.
Tenían hace bastante tiempo la fantasía de grabar en Abbey Road pero empezó a concretarse cuando cerraron fechas por algunas ciudades europeas, ya que aprovecharon el cruce del Atlántico para hacer realidad el sueño. “Decidimos encarar la grabación por la nuestra. Nos bancamos la producción, la estadía, todo; fue una apuesta. Nos parecía una locura, pero una locura linda. Y cuando llegamos allá, se superaron todas las expectativas”, comenta, entusiasmado, Guerschberg.
Naturalmente, se sintieron impactados por la historia que tiene el edificio. “Al llegar, ya están las imágenes que uno vio en documentales. Está todo. Es como entrar a un lugar que ya conocés. Después, ellos también se encargan de mostrártelo: por todos lados hay imágenes de los Beatles grabando. Los estudios están prácticamente iguales, conservan la estética, el olor a madera, esa cosa vintage. No entrás a un lugar con olor a nuevo”, detalla el pianista.
Pero independientemente de las reminiscencias, también es muy significativa la posibilidad de grabar en un sitio de semejante altura. “El estudio es realmente galáctico, es impresionante”, describe. “Yo tenía a disposición tres pianos de cola de primer nivel, está el micrófono que quieras, el bajista (Mariano Sívori) consiguió un contrabajo extraordinario de un luthier inglés muy groso, Pipi (Piazzolla) pidió las medidas que él necesitaba y estaba todo perfecto. Los tipos de ahí tienen una onda excelente, fueron muy predispuestos. No había ‘peros’, ni malos tratos”, añade.
La alquimia perfecta entre mística y técnica se siente en el resultado final. “La calidad de sonido es espectacular, es un audio de una fidelidad tremenda”, señala Guerschberg, y concluye: “Al estar todo a favor, al tener tanta disposición y estar tan relajados, sentimos que la música cobró un vuelo interesante, otra profundidad”.